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22/09/2012 · Pregón de Fiestas 'Los Novillos, 2012', por Gonzalo Merino

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Pregón Oficial de Fiestas pronunciado el 5 de septiembre de 2012 por Gonzalo Merino Hernández -Inspector de Trabajo-, con motivo de las fiestas de 'Los Novillos, 2012'.

El pregón, también puede descargarse [formato PDF] haciendo clic aquí.

PREGÓN - NOVILLOS, 2012

Queridos navarreses:

Agradezco al Alcalde de La Nava, y al Ayuntamiento en conjunto, que me hayan elegido como pregonero de nuestras Fiestas de Los Novillos. Es un gran honor presentarlas y poder hablar de mi pequeña historia navarresa.

Soy un navarrés que ha vivido sus primeros años en la provincia de Lérida, donde mi padre estaba destinado como veterinario; primero en Sort, el pueblo en el que da la sensación que siempre toca la lotería, y después en Lérida capital. Al margen de que la familia sea por completo de La Nava, mi padre y mi madre son navarreses y mis abuelos paternos y maternos siempre han vivido en La Nava. La relación propia nace en los veranos, que se iniciaban tras el curso escolar y concluían al acabarse las Fiestas. Los Novillos eran para mí la mejor parte del verano, pero producían la contraindicación de anunciar que el fin de las vacaciones estaba próximo, por mucho que hubiese llegado con la idea firme de no irme nunca.

Los veranos de niño eran montar en bicicleta y seguir a mi abuelo Servando, el veterinario; al matadero, a la Hermandad de Labradores, a visitar el ganado,,, con alguna pequeña participación directa, como la de poner los crotales a los tostones, que ejecutaba con entusiasmo. La mañana normalmente terminaba para mi abuelo en el entonces Bar Galicia, el bar de Polín, haciendo el crucigrama de El Norte y, algunas veces, jugando una partida de mus matutina, que llamaban la del alba.

Me acuerdo mucho de esa época, de los amigos de mi abuelo, cuyo cariño heredé y que no me atrevo a nombrar por no olvidar injustamente a nadie, y de cómo era la vida en La Nava. De la sencillez brotaban los buenos ratos, dejando los gustos complejos para las mentes sencillas. La agradable rutina se rompía con el bocinazo del huevero, o el del recordado Gene con el pan, el pitido del afilador, o el cántico del colchonero. La leche llegaba a casa, pero con las mismas se iba; ¡qué se va la leche!, era un grito de alarma habitual.

Se añadieron muchas cosas; la piscina, el baloncesto, las peñas, y La Nava en invierno, a partir de los dieciocho años, cuando vine a estudiar la carrera a Valladolid, hasta tener aquí los mejores amigos. Pero el principio de todo fue la vida en La Nava con mi abuelo Servando, que produjo en mí el efecto del niño recién nacido que agarra a su padre el dedo, amarrándolo de por vida.

Acabadas las Fiestas, como a muchas familias navarresas, nos tocaba regresar, cargados de alimento espiritual, que duraba todo el año, y de alimento material, que duraba bastante menos; empanada, nevaditos y morenitos, y pelusas, mantecadas, soplillos y rosquillas decaboelrio de Manola, prolongaban unos días el sabor de La Nava en nuestra casa.

En Lérida, no era fácil durante el invierno recibir noticias de La Nava, se hablaba mucho menos por teléfono que ahora, no existían los modernos medios de comunicación electrónica, y El Norte de Castilla no se distribuía allí, tan sólo era posible leerlo en la Casa de Castilla y León. Con mucha suerte se encontraba alguna noticia del Deportivo Navarrés; la evolución favorable de los Del Pozo, o el debut de un nuevo Pérez Rico en el equipo.

Cuando atacaba la nostalgia, no quedaba otro remedio que releer la Historia de La Nava de Federico Carbonero, con referencias a algunos lugares que me costaba situar en La Nava que yo conocía, o un librito que tenía sobre los pueblos de la provincia de Valladolid, que en el capítulo dedicado a nuestra ciudad, recogía una cita del médico viajero vallisoletano Camilo Calleja, de finales del siglo XIX, aparece reproducida en otras publicaciones, y que decía:

‘La Nava del Rey, según mi entender, es la ciudad que reúne mejores condiciones de la región castellana: habitantes sanos y robustos, laboriosos y sobrios, casas espaciosas y cómodas, calles anchas, rectas y limpias…. En suma, La Nava es la población más hermosa de la provincia de Valladolid, pudiéndose decir con fundamento que es el corazón de Castilla’.

Después de leer esto, la conclusión no podía ser otra que la de haber dado en el clavo a lo hora de tener pueblo.

En Lérida, además de mi familia, vivían otros dos navarreses. Lérida es una ciudad que, siendo generosos, diremos que es poco taurina, pero daba la casualidad que uno de los dos navarreses que se afincó en ella fue Juan Calleja, el torero de La Nava. En los veranos en La Nava me preguntaban mucho por Juan Calleja, al que, incluso, vi torear en una plaza de toros portátil con motivo de las fiestas de la Casa de Castilla y León en Lérida.

Juan Calleja ha sido el único matador de alternativa de La Nava. Hasta entonces eran muy pocos los de la provincia de Valladolid. No se trata de exagerar por paisanaje, sino de reconocer lo más objetivamente posible la ilusión que produjo en La Nava tener un torero de la calle del Pozo Viejo. Su carrera como novillero fue importante, fundamentada principalmente en sus reiteradas actuaciones en la Plaza de Toros de San Sebastián de los Reyes, la popular Tercera, y en la propia Plaza de Toros de las Ventas, en la que toreó cuatro veces. Actuaciones seguidas in situ por muchos navarreses, retransmitidas con entusiasmo desde Hostal La Nava de Madrid y que llevaron a que tomase su alternativa como matador de toros en una plaza de primera de categoría, la de Zaragoza, el 25 de octubre de 1964, con Pepe Osuna de padrino y el mejicano Guillermo Sandoval, de testigo, lidiando el toro Lagartero, de la ganadería de García Barroso.

Juan Calleja también toreó en nuestro pueblo, en la Plaza de Toros que se instaló entonces en la Plaza del Castillo, con gran éxito pese a celebrarse en el mes de febrero, e hizo las Américas triunfando, por ejemplo, en la Plaza de Toros de Lima.

El nacimiento de la afición a los toros también se lo debo a mi abuelo Servando, al que acompañaba a los encierros, a las corridas y en las visitas previas a las ganaderías para elegir los novillos que iban a lidiarse en La Nava. Afición, como la de tantos navarreses, forjada en la plaza de toros de palos, obsoleta, pero entrañable, que permitía, hasta a los más medrosos, entre los que me encuentro, tener la sensación, muy personal eso sí, de participación en la lidia y que propiciaba paralelamente a la capea conversaciones y juergas.

La afición a los toros está históricamente muy arraigada en nuestro pueblo, empezando porque a nuestras Fiestas las llamamos Los Novillos. De este toreo popular salió nuestro torero, Juan Calleja. También tuvimos en La Nava un ganadero, Juan Domínguez, que tiene su página escrita en la historia de las ganaderías españolas. Es poco conocido, pero Samuel Flores, ganadero principal, compró su ganadería a nuestro paisano. La Banda de Música Municipal de La Nava, en los años veinte del siglo pasado, compuso en su honor el pasodoble ‘Juanito Domínguez’. Llama la atención que uno de los componentes de la Banda de Música Municipal, por aquel entonces, era Camilo Rodríguez. Si echamos cuentas resulta que esta dinastía de los Rodríguez lleva dedicada a la música, en distintas formas, desde hace casi cien años.

Esta afición a los toros se mantiene plenamente en nuestra ciudad con los encierros y capeas, con la actividad de la Asociación el Toro de La Nava, y con nuestros cortadores y banderilleros. Uno de ellos, Jesús González Suso, ha sido elegido mejor banderillero de la Feria Nuestra Señora de San Lorenzo de Valladolid del año 2011 por la Federación Taurina Vallisoletana y galardonado con el Premio San Pedro Regalado por el Ayuntamiento de Valladolid. Tenemos, también, una curiosa ramificación colombiana. En el año 2011 fue premiada en Madrid con el trofeo “La Fábula Ganadera”, concedido por el Círculo Taurino de Amigos de la Dinastía Bienvenida, una ganadería colombiana de exótico nombre para estos lares; Paispamba, que resulta ser propiedad de Enrique Álvarez Quelquejeu, navarrés afincado en Cali.

Otra parte de mi vida, ya por mi cuenta, la he pasado en San Sebastián, ciudad con una gran colonia navarresa, a diferencia de Lérida. Fueron muchos los navarreses obligados a buscar su porvenir fuera de nuestra tierra, concentrándose en Vizcaya y Guipúzcoa. Bien debieron compartir sentimiento con el cazador emigrante de Delibes:

‘Es mucha responsabilidad y mucha conmoción y mucha historia esto de dejar lo que es de uno y largarse con los ojos cerrados donde no conoce’.

En San Sebastián es una alegría frecuente encontrarse con paisanos, y echar un rato hablando de nuestro pueblo. Te da un vuelco el corazón ver pasar un coche con la Virgen de la Concepción y la Torre de La Nava pegadas y, a veces, hasta ganas de correr tras él. Los navarreses, como casi todos, nos volvemos más cariñosos entre nosotros fuera de La Nava. En el barrio de Amara, lo pasé muy bien en el bar de un paisano nuestro, Óscar, ya nacido allí, simpático como él sólo y que da los mejores pinchos de San Sebastián. No exagero.

Algunos de nuestros paisanos al jubilarse regresan a La Nava, o por lo menos pasan temporadas largas, aplicando aquello de que te pones a ver y cómo en casa en ninguna parte. También los hay que, nacidos allí, vuelven a su tierra de origen. La segunda y tercera generación podrán tener su sentimiento hacia La Nava más diluido, pero con respeto y cariño al pueblo de sus padres y de sus abuelos, que piensen que tiene una historia y un patrimonio importantes.

En este pueblo nació Luis Salvador Carmona, dentro de una familia de modestos agricultores, nieto del ermitaño de la Concepción, que vivió de joven el esplendoroso siglo XVIII de La Nava, donde trabajaron las mejores escuelas de ensambladores y escultores en la decoración de sus templos. Se convirtió en uno de los escultores españoles barrocos más importantes, patriarca de una dinastía de artistas, y repartió su obra por España. Curiosamente, el País Vasco fue uno de los destinos principales de sus esculturas. De manera que además de poder admirar su obra en La Nava, valgan como ejemplos el Cristo del Perdón o la Divina Pastora, también es posible hacerlo en localidades guipuzcoanas como Segura, Bergara, Idiazábal y hasta en la tan querida por los vascos Basílica de Loyola, se encuentra la Virgen del Patrocinio de este navarrés universal.

No quiero más que desear a todos unas Felices Fiestas de los Novillos, especialmente a las Reinas y a sus familias, este año será su referente de por vida, que cada uno encuentre su sitio para el disfrute estos días, en los que investigaremos quién mató al gato en la casa del Tío Maragato, pero como siempre, sin cerrar completamente el caso.

Dedicamos estos días de fiesta a Nuestra Patrona. Para el día después de Los Novillos, pido a la Virgen de la Concepción que eche un capote en la salud y en el trabajo a todos los navarreses.

Gracias a mis abuelos y a mi tía empecé mi carrera de navarrés, nunca pude ser de otro sitio que de esta tierra santa que rinde piadosa hospitalidad a todo el mundo.

¡VIVA LA NAVA DEL REY!
¡VIVA LA VIRGEN DE LA CONCEPCIÓN!

Muchas gracias a todos.

Gonzalo Merino Hernández

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